La salud radica en la plenitud

Dicen que las amistades las escoge uno y los parientes los manda Dios, y el caso de Ana Mary no es la excepción, porque a pesar de todos los problemas y sacrificios que ha representado para mí, la presencia de Ana Mary en mi vida se ha convertido en uno de mis mayores aprendizajes. Ana Mary nace 4 años después de mí, como la quinta de seis hermanos (4 hombres y dos mujeres), en el seno de una familia de clase media en la colonia Santa María la Ribera. Cuando Ana Mary nació, nadie notó su discapacidad, durante su niñez se notaba que su desarrollo intelectual era más lento, pero lo atribuían a que estaba muy consentida, algunos de mis familiares decían cosas como: “¿cómo va a aprender a hablar esta niña, si su mamá le entiende todo aunque no hable?

Por falta de recursos, Ana Mary no fue al kínder y entró al colegio hasta preprimaria, a la edad de 5 años, fue en ese momento que los maestros detectaron que le costaba mucho trabajo concentrarse y aprender las cosas más básicas y la primera conclusión es que era falta de madurez. Hasta los 8 años de edad se le hicieron estudios para valorarla y se dieron cuenta que tenía una lesión cerebral, congénita, que le impedía desarrollarse de manera normal.

En aquellas épocas (finales de los 60) casi no existía información sobre las personas con discapacidad y mucho menos una cultura que nos ayudara a integrarlas, es por esto que nuestro poco o casi nulo conocimiento por la situación de Ana Mary nos llevó a tratarla diferente a los demás y de manera inconsciente, le resolvíamos todo, por lo que no tenía responsabilidades y ese ha sido uno de los puntos que más trabajo le ha costado resolver a la fecha.

Al ser yo la única hermana mujer de Ana Mary y ser muy cercana a mi mamá, siempre sentí que Ana Mary también era mi responsabilidad, aunque debo confesar que como niña, mi hermana siempre me complicó la vida; agarraba mis cosas, las rompía, etc., además de que durante tres años íbamos juntas a la escuela, lo cual me generaba muchos problemas, porque nadie en la escuela sabía qué hacer, empezando por los profesores y yo también era muy chica para saber qué hacer en estos casos, además de ser las dos, objeto de burlas por parte de algunas compañeras.

Siempre me quedaba con el coraje porque pensábamos: “pobrecita”, sin saber el verdadero daño que le hacíamos al tenerle lástima en lugar de motivarla a que resolviera las cosas por sí misma.

Unos años después, encontramos una escuela, el CHAP, en donde le enseñaron a ser más independiente (a moverse en camión, a usar herramientas que le ayudaran a compensar sus limitaciones, como calculadora, máquina de escribir, etc.). En el año 2000 supimos de la existencia de CONFE, en donde las personas con discapacidad intelectual reciben capacitación para poder integrarse a la vida laboral, en ese entonces, Ana Mary entró como becaria y desde hace varios años es empleada de CONFE, en donde ha trabajado en las áreas de cocina, panadería, maquila, y actualmente en el área de recepción, realizando labores administrativas básicas.

Gracias a estos apoyos, al morir mis papás, Ana Mary ha podido llevar una vida prácticamente independiente, pero a pesar de que ha vivido en un departamento muy cerca de mi casa y que cuenta con mi apoyo y el de mi familia, ha llevado una vida muy solitaria.

Hace un año supimos de la Fundación Inclúyeme y de su Programa de Vida Independiente para personas con discapacidad. Al principio Ana Mary tenía miedo al cambio, pero poco a poco se ha ido integrando a un departamento con dos compañeras y una facilitadora con quienes se lleva muy bien y cada día está más contenta porque tiene algo que hace mucho tiempo no tenía, que es una vida social, tienen reuniones con los muchachos de los otros departamentos, hacen planes para ir al cine o a tomar un café y lo más importante, tiene a alguien que le espera en casa.

Inclúyeme no solo ha cambiado la vida de Ana Mary, también ha tocado mi vida, así como la de mi esposo y mis hijos, porque al verla tan contenta y tan integrada a sus compañeras, nos da una enorme tranquilidad.

¿Quién me iba a decir que aquella hermana que en mi niñez me resultaba tan desesperante, le iba a dar tanto sentido a mi vida? Ser hermana de Ana Mary ha sido para mí todo un reto del cual todos, incluyendo a mi familia, hemos salido fortalecidos y enriquecidos.

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