La vida es bella… sin duda… pero también puede ser muy difícil. Nos enfrenta a una serie de dificultades que hay que ir sorteando. Todas son experiencias de las cuales extraemos grandes lecciones.
Como mencionó Alicia Molina en este mismo espacio, en su escrito sobre “Familias fuertes, familias flexibles”, el nacimiento de un hijo con discapacidad puede representar para una familia el equivalente de un terremoto, de un maremoto o de un alud, una experiencia catastrófica que no los derrota sino que los puede hacer más fuertes y flexibles.
¿Cómo es esto posible? El concepto de resiliencia nos puede ayudar a aclarar estas situaciones.
Estudios realizados en la isla de Kaui, Hawaii, (Werner y Smith, 1982) demostraron que niños creados en situaciones difíciles de pobreza, violencia o enfermedades físicas o mentales, pudieron desarrollarse de una manera sana de acuerdo a los criterios del triple estándar de salud mental: trabajar bien, jugar bien y amar bien, es decir, mostraron ser resilientes.
La resiliencia es un término que aparece en las ciencias médicas como un préstamo lingüístico de las ciencias sociales (Dulanto, 2004). En el campo de la ingeniería civil se usa como la capacidad de un material de recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora. En lo psicosocial se entiende por resiliencia la capacidad que tienen los seres humanos de vivir y desarrollarse biopsicosocialmente de manera correcta en medios que les han sido adversos tanto en lo psíquico como en lo social.
Tener resiliencia (Wolin y Wolin ,1993) “permite tolerar, manejar y atenuar las consecuencias psicológicas, fisiológicas y sociales derivadas de experiencias traumáticas, sin una desviación significativa del curso normal del desarrollo, pero más aún, da una comprensión adecuada de la experiencia vivida y las consecuencias subsecuentes de ellas derivadas”.
¿Cómo se forma la resiliencia? Resulta de afortunadas combinaciones entre atributos del niño y su ambiente familiar, social y cultural. No es un atributo con el que los niños nacen, ni que los niños adquieren durante su desarrollo, sino que es un proceso interactivo entre éstos y su medio. Influye la carga genética, el ambiente de crianza, los estilos de vida familiar, la comunidad, las cualidades de maternaje y paternaje. En cuanto al papel del medio familiar los investigadores señalan que ciertas características del medio social inmediato promueven la resiliencia tales como padres competentes, relación cálida con al menos un cuidador primario, posibilidad de contar en la edad adulta con apoyo social de cónyuge, familia u otras figuras, mejor red informal de apoyo (vínculos), mejor red formal de apoyo a través de una mejor experiencia educacional y, en particular, en actividades de instituciones religiosas y de fe.
La resiliencia implica enfrentarse a la adversidad, reconocer que la vida está llena de peligros y riesgos. No se trata de una búsqueda constante de la comodidad. La existencia en la familia de un marco de referencia que brinde seguridad con límites claros, precisos y funcionales, que no niegue la libertad y permita la práctica del ejercicio de la vida promueve la resiliencia y obliga al ejercicio de una responsabilidad gradual y adecuada de acuerdo no sólo a las capacidades de los hijos sino a la etapa evolutiva que cursa cada uno de ellos.
En las familias que promueven la resiliencia, las personas con algún tipo de discapacidad aprenden pronto que son vulnerables (biológica, emocional y socialmente) y aprenden a desarrollar códigos de autoprotección, basados en su poder real y no en sus poderes míticos. Por el contrario, la sobreprotección de padres y miembros de la familia impide que niños y jóvenes desarrollen sus capacidades de resiliencia, favorece el pensamiento mágico y los deja vulnerables a los factores de adversidad. Investigadores en el campo de la resiliencia han encontrado que las personas expuestas a la adversidad psicosocial que enfrentan sus problemas con éxito, a menudo manejan bien el riesgo y sus peligros y mediante este mecanismo van lentamente adquiriendo un “sistema de inmunidad” que les permite dentro de un marco de adversidad un mayor y mejor desempeño de su vida social.
Confiar en nuestra resiliencia nos abre una ventana de esperanza ante los retos que nos impone la vida.
Referencias:
Werner, E., Smith, R. (1982).- Vulnerable but invincible.-New York: Adams, Bannister, Cox.
Wolin, S, Wolin, S (1993).- The Resilient Self.- New York, Villard Books, Random House, Inc.
Dulanto, E. (2004).- “Resiliencia” Cap. 28 en: Dulanto, E. (Ed) .
La Familia. Un espacio de encuentro y crecimiento para todos.- México: Editores de Textos Mexicanos.