Afectividad y vínculos interpersonales como pilar para el desarrollo integral de las personas con discapacidad intelectual.

Entendemos el desarrollo humano como una totalidad, en el que la sociedad, la cultura, la familia y la individualidad son los 4 grandes pilares de este proceso infinito. La relación que existir entre estos factores determinará los vínculos interpersonales que se tracen alrededor de la vida de una persona.

Si todos concebimos la interacción como una necesidad humana; ¿por qué hemos permitido que se formen tantas barreras y estigmas respecto a esta necesidad, en las personas con discapacidad?

Desde mi experiencia; el éxito laboral, el alcance de una autonomía (con o sin sistemas de apoyos), el cumplimiento de metas y la plenitud/felicidad; están directamente relacionados con el estado anímico e interacción que tiene cada persona con su entorno inmediato.
La motivación que sienta de formar parte de un equipo de trabajo, grupo de amigos, de una familia, etcétera; serán los impulsos que hagan avanzar a la persona en el cumplimiento de sus objetivos.

Es por ello que una de las estrategias homologadas que mejor me ha funcionado durante los acompañamientos laborales brindados a personas con discapacidad intelectual, es fomentar un vínculo de comunicación, confianza y amistad con cada persona. Y el poder permear en sus entornos laborales, mostrando un trato natural, respetuoso y afectivo indiscriminado para afianzar y estimular el desenvolvimiento de un individuo en un entorno nuevo; nos ha permitido romper con la falsa creencia de que “debe haber un trato diferenciado” entre las personas según su condición de “limitación”.

Sin ignorar que existen ciertas especificidades para facilitar la interacción de las personas con discapacidad intelectual en el entorno, como: ocupar un lenguaje simple, reiterar la información, establecer límites de contacto físico y temporalidades (en los casos que sea necesario), tomar la iniciativa y preguntar lo que opina respecto a un tema o el cómo se siente ante los cambios, entre otros; puedo afirmar que las relaciones de apoyo funcionan y son igual de necesarias para todos nosotros. Ya que no solamente reducen los efectos de auto rechazo y de estrés en un entorno “laboral”; si no que la dimensión afectiva es el fundamento de lo social.

Como lo plantea el biólogo Humberto Maturana (1991), “es en el amor donde se funda el fenómeno social”.  El amor/afecto es la disposición corporal para interactuar, vincularse y coexistir con el universo. Cada vez que ignoramos la necesidad afectiva y de aceptación, nulificamos el objetivo real de la convivencia social, y por ende cualquier esfuerzo por fomentar espacios incluyentes, diversos y libres.

Según una persona se siente, se percibe y cree; es como se relaciona con los/las demás. Para que pueda darse un cambio de valores realmente efectivo, tiene que haber un trabajo de engranaje entre lo social, lo relacional y lo personal: para ello necesitamos revisar a conciencia, ¿qué es lo que nos corresponde modificar desde nuestra individualidad (en las rutinas, rituales, hábitos y creencias) para generar un puente afectivo que nos permita impulsar el desarrollo sano, funcional, innovador y exitoso de un entorno Diverso e Incluyente? en el que se trabaje desde lo colectivo por el fortalecimiento y preservación de la humanidad a través de un cambio de paradigma fundamentado en los Derechos Humanos, Calidad de Vida y Autonomía Universal.

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