Cecilia Enciso Cordero es la última de los cuatro hijos de mi matrimonio con Enrique Enciso Barnett. Todos nacieron en un periodo de cinco años y medio, es decir que todos fueron hermanos muy seguidos entre sí con una diferencia de edad entre ellos muy corta. Hasta ese momento de mi vida mi contacto con la discapacidad era nulo y con la discapacidad intelectual aún más.
Por ello cuando me percaté de la forma en que se manifestaba el desarrollo de mi hija, fue una situación difícil de aceptar. Sin embargo, dio inicio a una etapa de muchos retos personales, familiares y sociales. Me ayudó tener presente que en el árbol de la vida todos somos hojitas diferentes y valiosas por el don mismo de la vida.
Tuve mucha fortuna de estar involucrada en la comunidad “Montessori”, (pues planeaba prepararme como profesora, no para dar clases sino con el objetivo de fortalecer la educación de mis hijos a partir de un paradigma distinto para ellos). Allí me rodeé de gente que me guio para detectar mis sentimientos negativos al respecto, evitar juicios en mi contra y comenzar a realizar las adecuaciones que las circunstancias requerían.
Con la experiencia de mi primera hija, supe que desde el primer instante son personas y llevan en sí su propia semilla, su proyecto de vida individual que deberán desarrollar por sí mismos; y en el caso de Cecilia no tendría por qué ser diferente, por el contrario con amor entendí la situación y mi esposo y yo nos encaminamos a proveerle de los apoyos necesarios para que así ocurriera.
Tiempo más tardé me di cuenta que no fomenté que mis otros hijos tuvieran un vínculo más cercano con su hermana, pues opté por permitir que tuvieran su tiempo y espacio sin la responsabilidad de los cuidados que Cecilia requería. He descubierto que pudimos haber manejado la situación de una forma abierta y estructurada.
Sin embargo, los momentos de la vida son de singular exactitud, pues ellos mismos fueron factor determinante para que su hermana ingresara al programa de Vida Independiente de Fundación Inclúyeme, ofreciéndole la posibilidad de un proceso con todas las opciones que ella quiera tener, con cualquier proyecto que la lleve hacia adelante.
Con la interacción que Cecilia tuvo en el Colegio Montessori, así como los campamentos de verano a los que asistía, el inicio de su independencia fue más comprensible pues desde pequeña conoció la forma de integrarse a los grupos de personas o las comunidades de compañeros con quienes convivir y compartir su tiempo y actividades.
Actualmente lleva alrededor de dos años en el departamento de Inclúyeme y cada día la veo más a gusto, feliz, contenta, sabe que es su propio espacio y la diversidad de costumbres le ha servido para fortalecer la tolerancia que como en cualquier comunidad de amigos resulta indispensable.
Con el seguimiento del equipo de trabajo de Inclúyeme su adaptación ha sido excepcional con algunas sorpresas positivas. Éste año para su cumpleaños, ella misma me pidió que la celebración fuera en su departamento, ése día la vimos feliz, plena, cada vez noto más su capacidad de decisión de lo que quiere y los términos en que lo quiere.
La integración de mi hija en su comunidad personal y social es algo que disfruta de manera especial. Goza interactuar con las personas en los diversos entornos en que se desenvuelve. Particularmente le gusta sentirse acompañada, pasear, probar platillos nuevos, etc., pero también en el aspecto personal le encanta nadar, bailar, todo lo que signifique socialización es lo suyo.
Considero que si queremos seguir avanzando en materia de inclusión de las personas con discapacidad intelectual, al asumirnos como integrantes de una determinada comunidad debemos trabajar con conocimiento y respeto hacia el mosaico de personas que la formamos.
Ver a mi hija integrada a la comunidad me da tranquilidad. Saber que tiene un lugar propio, una estructura de vida en la cual se puede desarrollar, que le brinda identidad y le ayuda a crearle pertenencia a una comunidad, ejerciendo sus derechos a plenitud con un esquema que la pone en ruta hacia la autosuficiencia evitando que quede a la deriva ¡es maravilloso!
Mi mensaje para las familias que dudan en dar esta oportunidad a su hijo/a es que se animen, es una gran experiencia. Pero háganlo bien en el sentido de usar las posibilidades que hay a la mano, una de ellas es Fundación Inclúyeme que sin duda tiene un proceso positivo para cada persona y un acompañamiento profesional para las familias.