La familia Pablo Rico está integrada por Epifanio, Eva, Rebeca, Alejandra y Anahid. Y, en nuestro caso, la discapacidad tocó a nuestra puerta hace aproximadamente 20 años, cuando Ale presentó complicaciones en el aprendizaje escolar, y posteriormente comenzó con epilepsia que se le diagnosticó como “Crisis Parciales Complejas” prescripción que condicionó su desarrollo intelectual y significó una etapa de dudas, temores y retos.
Cuando encontramos la solución médica y sus crisis fueron controladas casi por completo, el gran reto que continuó fue el desarrollo social, laboral y personal de nuestra hija, el cual se estancó hasta que ella misma conoció a Fundación Inclúyeme y mostró su interés de ser parte del Programa de Vida Independiente, al que se incorporó hace ocho meses, siendo un periodo de mucha estabilidad para la familia.
Desde que ingresó a Fundación Inclúyeme ella ya era independiente, en diversos aspectos, principalmente en lo laboral, enfrentando diversos inconvenientes, primero para que la contrataran y cuando ya laboraba al rechazo por parte de compañeros, quienes difícilmente brindaban el apoyo necesario.
Tenemos claro que el crecimiento y desarrollo de Ale está ligado a la satisfacción que provoca el sentirse productivo para la sociedad; cuando se encuentra empleada en alguna empresa su estado de ánimo mejora sustancialmente. Además de que para ella, vivir en un espacio que considera propio y con personas que comparten sus retos y anhelos, le llena de seguridad y confianza.
Sobre la experiencia en el 1er Encuentro de Familias de Personas con Discapacidad podemos decir que resultó un ejercicio grato y enriquecedor. Nos nutrió y fortaleció el ánimo de seguir impulsando la autodeterminación de Alejandra, nuestra hija que recién cumplió 29 años y quien a partir de su integración al Programa de Vida Independiente de Fundación Inclúyeme avanza con paso firme hacia un futuro promisorio.
Nuestra participación en el evento la analizamos desde dos perspectivas: la primera orientada a la forma en que pudimos replantear la discapacidad de nuestra hija y la forma en que debemos continuar brindando los apoyos necesarios para su crecimiento personal y emocional. En este sentido, haber encontrado a Fundación Inclúyeme en nuestro camino fue algo muy favorable, comprobando el profesionalismo y compromiso de quienes conforman el equipo de trabajo.
La segunda visión está dirigida a quienes pudieron escuchar nuestra experiencia de vida y encontrar una luz de esperanza, certidumbre y confianza. Tuvimos la posibilidad de ser testigos del dilema que se vive al interior de otras familias; concluimos que en muchos casos cuando la discapacidad del hijo o hija se presenta desde el nacimiento, el proceso de aceptación comienza desde el origen; en los casos contrarios, se vive un duelo más complejo.
Sinceramente, nunca habíamos vivido algo similar, a pesar de conocer diversas instituciones. Hoy, estamos más convencidos de que si no dejamos de buscar opciones, si dejamos de lado prejuicios y temores, si seguimos caminando con nuestra mirada hacia el horizonte, las respuestas y los resultados positivos, llegarán.
Escuchar las vivencias de otras familias y compartir las propias, es un ejercicio que deberíamos permitirnos con regularidad, las familias de personas con discapacidad. Tener en cuenta la ópticas de otros nos amplía el horizonte y renueva nuestras alternativas. Fortalecer a las familias es fortalecer la inclusión de las personas con discapacidad. Gracias a Fundación Inclúyeme y sus aliados por darnos esta oportunidad.