Testimonio de Adriana Pérez Carreón.
He tenido la fortuna de colaborar durante 18 años en procesos de inclusión educativa: como maestra frente a grupo en preescolar incluyendo niños con discapacidad; como maestra de apoyo en primaria integrada al equipo de una Unidad de Servicios y Apoyo a la Educación Regular (USAER); como iniciadora de un programa de inclusión a nivel preescolar, primaria y secundaria en escuela bicultural y escuela Montessori. Actualmente coordino tres grupos de alumnos con discapacidad que están inmersos en una escuela regular, desde preescolar hasta preparatoria.
Por lo tanto la pregunta ¿Cómo convertir una escuela regular en una escuela incluyente? es parte de mi quehacer cotidiano y quiero compartirles algunas de mis inquietudes y aprendizajes al respecto.
La primera experiencia de lo que es la inclusión educativa la tuve siendo maestra de 3o. año de preescolar, donde una de mis alumnas tenía espina bífida y no podía caminar. Ella se movilizaba en una carriola con mi ayuda o sentada en el piso con el apoyo de sus manos. El día de la posada navideña a mí se me hizo de lo más natural tomarla en brazos para que le pegara a la piñata, en eso estaba cuando me dice muy seria: “no maestra, no me cargues, mejor bájame la piñata”
Fue una sacudida a mis esquemas normalizadores, una lección de respeto y de búsqueda de inclusión. A partir de esta experiencia veo la inclusión como ese cúmulo de pequeños cambios que todos los días requerimos hacer todos los actores involucrados en una escuela, para “bajar” la piñata del aprendizaje integral a nuestros alumnos, así como ellos son, sin querer normalizarlos y al mismo tiempo ofrecerles, por derecho, el ambiente más normal posible de acuerdo a su etapa de vida.
Estos cambios requieren darse en tres pistas paralelas que, de acuerdo al “Índice de Inclusión” como nos explicaba su autor, Tony Booth, en un taller, empiezan en el cambio de pensamientos, de percepciones, que alimentan las actitudes y las acciones. La primera pista es crear una cultura de inclusión en la escuela. La segunda es determinar políticas incluyentes en la escuela y la tercera es implementar prácticas inclusivas. Cada una de estas pistas son como los tres partes del cabello que tejen una trenza, que se van cruzando, complementando, afianzando unos a otros.
1. Crear una cultura incluyente.
Aquí juegan un papel determinante las autoridades educativas. La inclusión tiene que ser una parte fundamental de la identidad de la institución educativa, con el compromiso que ello implica por parte de la dirección, los docentes, el personal administrativo y de intendencia que va permeando en todos los actores de la escuela, que va modelando, más con el ejemplo que con la palabra, quiénes somos y cómo incluimos a todos los alumnos de esa comunidad. Aquí no se trata de hacer “una experiencia, a ver cómo nos va,” ni de hacer un favor a una familia. Crear una cultura incluyente implica el compromiso de trabajar con la pedagogía del respeto a la diversidad de todos los alumnos. El foco no está en la discapacidad de los alumnos a incluir, sino en las fortalezas y retos que tienen todos los alumnos en un grupo y en las fortalezas que implica aprender con otros. Hay estudios que muestran que la diversidad es una riqueza en un salón de clases, claro, la diversidad en una cultura educativa incluyente donde se trabaja con la unicidad de los alumnos y los valores formativos que ello implica. Un ejemplo de fomentar esta cultura incluyente sería celebrar la diversidad el día internacional de las personas con discapacidad, así como una riqueza, con ejemplos concretos, no como un problema a resolver, como un alumno a normalizar.
2. Determinar políticas incluyentes.
En todas las escuelas hay políticas explícitas para la contratación de personal y para la prestación de servicios educativos. También hay políticas implícitas en el modelo educativo que ofrece la escuela, en la forma de planear de los maestros, las metodologías que se utilizan, las formas de evaluar a los alumnos, a los docentes, entre otras. En una escuela incluyente, si se ha tomado esta opción, se requiere una revisión honesta de todas ellas para ir cambiando de la exclusión a la inclusión. Determinar las barreras arquitectónicas y modificarlas es una buena política para incluir a personas que usan silla de ruedas, sin embargo no sirven si no se pueden establecer políticas de trabajo colaborativo entre maestros de grupo regular y maestros especialistas o de apoyo. Por ejemplo, si las planeaciones grupales del mes en curso se las queda el maestro de grupo y las comparte al maestro de apoyo cuando ya se terminó el mes. O bien, si en las políticas de planeación institucional no se toman en cuenta la capacitación y la sensibilización para dar atención a grupos heterogéneos, difícilmente se darán cambios perdurables hacia la inclusión.
3. Implementar prácticas incluyentes.
Muchos cambios vienen de abajo hacia arriba en la escuela, es decir, los promueve un maestro con un alumno en un grupo que luego lo comparte a otros colegas, p.ej. un cambio en la metodología de la lectura y escritura, una maestra se abre a trabajar con un nuevo método, o un nuevo material y da resultados, entonces lo comparte, contagia el entusiasmo y va subiendo hasta oídos del director y con ello se puede incidir en un cambio en las políticas y se abona en la cultura de la inclusión, del respeto a la diversidad centrado en el contexto no en el niño. Otras veces estas prácticas vienen de los padres, que buscan, investigan, se preparan y capacitan al maestro de su hijo abriendo el panorama hacia nuevas formas de aprender, de relacionarse, de encontrar la manera de avanzar. Afortunadamente hay muchos padres que luchan, que buscan, y muchos maestros que también lo hacen.
Desafortunadamente muchas de estas prácticas se quedan a nivel de experiencias, no de políticas pues no se sistematizan, no se evalúan, no se generalizan.
Para avanzar y transformar una institución educativa de la exclusión a la inclusión, requerimos trabajar en la sensibilización, la capacitación, la comunicación asertiva, el compartir lo que sí hacemos bien, valorarnos, romper miedos y dejar de ver la diferencia como amenaza. El cambio comienza en el interior de cada uno, pues todos necesitamos de todos.
REFERENCIAS Y PALABRAS CLAVE:
Índice para la inclusión
http://www.educacionespecial.sep.gob.mx/pdf/doctos/3Internacionales/8Indice_de_Inclusion.pdf