El caminar de una mujer con discapacidad

El pasado 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer y en los medios de comunicación, en nuestro entorno y redes sociales vimos circular una serie de noticias, notas, eventos, imágenes y de más en torno a tan rememorado día, en el cual se busca continuar la lucha por los derechos de las mujeres. Sin embargo, ¿Quién hablo de las mujeres con discapacidad? Dentro del colectivo femenino en qué momento hay un espacio para las mujeres con discapacidad, para hacernos visibles con todo el cúmulo de necesidades y derechos que tenemos, en qué momento se cuestiona la doble discriminación que vivimos las mujeres con discapacidad.

Con casi 30 años de edad, siendo una mujer con discapacidad, debido a que nací con espina bífida y como consecuencia tengo alteraciones en la movilidad de piernas y cadera, además de que utilizo un bastón para apoyarme al caminar, hoy quiero compartirles mi experiencia y los retos a los que me enfrento día a día, toda mi infancia la viví entre hospitales, quirófanos y terapias; intentando y tratando de estar “mejor”, de llegar a la “normalidad” porque es lo que te dicen todos equivocadamente, que hay que ser normal, con forme fui creciendo y cuando las cirugías y la terapia término me di cuenta que era una adolescente “diferente”, distinta a las chicas de mi edad y por lo tanto era relegada, no era “popular” entendí que tenía una condición que me haría particular toda la vida, me enfrente al bullying que por más fácil que se lea es una lucha constante a las burlas, a las bromas de mal gusto, a los apodos como “patuleca” “pata de palo”, etc., comentarios que te hacen el andar más difícil de lo que ya es, mi vida siguió y no deje de tener una expectativa en un mundo mejor y más inclusivo, cuando ingrese al bachillerato, se me hizo más ligero y encontré pares que me vieron como una compañera más del grupo y entendieron las diferencias como parte de una condición humana, supe lo que era irme de pinta, irme de fiesta y tener mi primer novio.

La vida continuaba y yo quería seguir caminando, elegí estudiar una licenciatura en la UNAM y lo hice, fue una etapa difícil entre las barreras arquitectónicas de la escuela, debido a que no hay rampas, no hay elevadores y te tienes que mover cada clase a diferente lugar y le sumamos la falta de transporte accesible en la ciudad, todos estos obstáculos para una personas con discapacidad física son el pan de cada día, concluí la carrera y me llene de miedo para enfrentar el mundo laboral, pensando en las barreras que ahora tenía que pasar, las primeras entrevistas de trabajo fueron una total discriminación a mi persona, el entrevistador te observa, te mal mira y dice algo como “luego te llamamos”, pero uno sabe que no te llamará nunca, porque lo que no le gustó fue la discapacidad.

Mi vida profesional comenzó en una asociación civil enfocada a la discapacidad, en un grupo de compañeros y compañeras incluyentes, situación que me ayudo a tener seguridad en mis cualidades personales y profesionales pero también seguridad en que hay una sociedad incluyente que se puede construir con pequeñas acciones. Actualmente trabajo para la Secretaria del Medio Ambiente de la CDMX en la coordinación del área de educación ambiental, tengo a mi cargo un grupo de 15 personas, obtuve el puesto por mis aptitudes, experiencia y perfil profesional, entonces la jefatura del área vio más allá, de la discapacidad, si muchos jefes vieran la discapacidad como una condición humana y no como un “problema” cuando van a emplear a las personas, habría más personas con discapacidad con un trabajo digno.

Sin embargo, esto no es un cuento en donde todos vivieron felices para siempre, cada día me enfrento a barreras y obstáculos, salgo de casa y camino por la calle para esperar el autobús para llegar al trabajo y lo que me encuentro son miradas que siguen mi forma de caminar, me encuentro un autobús donde no se respetan los lugares reservados, banquetas y edificios sin rampas, avenidas sin accesibilidad, una nula conciencia para cederte un asiento y más miradas que sin decir nada cuestionan tu caminar o tu cuerpo. La historia no concluye aquí, las mujeres con discapacidad vivimos más discriminación que los hombres con discapacidad, tenemos menos oportunidades de empleo, nos enfrentamos a violencia, violencia física, económica y emocional, vivimos acoso sexual porque piensan que tenemos “necesidad de afecto”, vivimos con abuso institucional y gran parte de la sociedad, nos tiene en el olvido, consideran que no tenemos voz y que no somos capaces de tomar decisiones y ser parte activa de la sociedad.

No vengo a contar mi historia para ser el centro de atención o para recibir un aplauso, la intención de escribir estas líneas es visibilizar el camino de una mujer con discapacidad y que falta mucho por hacer, para construir una sociedad incluyente y no solo integrarnos, hay muchas barreras y obstáculos que tenemos que derribar desde la trinchera en la que estemos parados, institucional, empresarial, escolar, etc., hay mucho por hacer en pro de las personas con discapacidad de cualquier tipo, pero aún más por los derechos de las mujeres con discapacidad.

Alma Rosa Valencia Juárez es Licenciada en Trabajo Social por la UNAM Trabajó en la Red Nacional para la prevención de la Discapacidad (RENAPRED) coordinando el área de programas operativos, miembro activo del Comité de Atención a la Personas con Discapacidad (CAD) de la UNAM. Actualmente labora como coordinadora de Educación Ambiental en la Secretaria de Medio Ambiente de la Ciudad de México (SEDEMA).

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