DE LA CURA A LA INCLUSIÓN. EL VIAJE A TRAVÉS DE LOS PARADIGMAS DE LA DISCAPACIDAD

La puerta de abordaje se abrió para la escritora Alicia Molina en la década de los 70 cuando nació su hija Ana “…el primer diagnóstico que correspondía al paradigma de la época fue que estaba enferma de parálisis cerebral. Había que buscar un buen médico que prescribiera el tratamiento que la iba a curar”.

La autora de obras como “El cristal con que se mira” y “Todos somos diferentes”, recuerda que luego del peregrinaje en busca de alguien que le dijera que su niña iba sanar, lo cual nunca ocurrió, arribaron las nuevas palabras: “…la parálisis cerebral y la discapacidad intelectual son condiciones de vida, no son enfermedades. Lo que urge es rehabilitación, me dijeron, la mejor calidad de rehabilitación no importa cuánto cueste, ni cuántas horas del día le tengas que dedicar”.

Como muchos padres de aquella y de esta época, la también guionista de televisión y programas educativos fue cambiando de un vagón a otro durante el viaje.

Transitó por una vía “especial”, cuando le recomendaron que como madre especial debía buscar un especialista para su hija especial y por supuesto, una escuela especial que más tarde le permitiera ingresar a una escuela “normal”. En este punto la travesía se alargó, “…se fue posponiendo y de hecho nunca llegó”.

Fue entonces cuando cambió de nave y comenzó a volar en un avión llamado modelo de educación integrada “…Los grupos especiales dentro de la escuela regular iban a permitir que ella se integrara algunas horas del día con los niños normales (sic), en actividades como el lunch, la música, pintura, deporte…” y justo en las actividades físicas fue en donde encontró un pero porque siempre lo había: Ana usaba silla de ruedas y en lugar de una ayuda técnica, para algunos, era una barrera para desempeñar ciertas actividades.

Alicia Molina, pionera en la edición de publicaciones que abordan el tema de la discapacidad con la revista Araru, tomó un paracaídas cuando de la integración se trasladó a la inclusión “…hubiera agradecido que alguien me explicara que el objetivo era la inclusión social y ampliar el margen de su autodeterminación como persona. Creo que el camino hubiera sido más corto, menos difícil para Ana y para nosotros”.

Molina Argudín define la inclusión como “…la construcción de espacios sociales que respondan a la diversidad y ofrezcan a todos la experiencia de convivir de forma cooperativa, solidaria y respetuosa en contextos en que la heterogeneidad de los grupos no sea una limitación, sino una riqueza valorada por todos”.

Ella advierte dos factores que amenazan la inclusión, uno es la cultura de la simulación en la que las puertas están abiertas, pero no implementan las herramientas y apoyos necesarios para permitir el acceso. El otro, es el argumento “…todos somos iguales, pero si no reconocemos la diferencia y entramos en este discurso alegre, vamos a negar la diferencia y no la vamos a atender”.

Alicia Molina considera que la inclusión es una utopía que puede llegar a realidad si cada familia, cada escuela y en cada espacio de convivencia social se trabaja en erradicar la exclusión.

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