Desde que se nos concedió la oportunidad de convertirnos en padres, ha sido un continuo aprendizaje, y los retos fueron más complejos porque nuestra primera hija nació con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Algunas de las características del autismo de Gloria Leticia son lenguaje limitado, conductas rutinarias y poca relación interpersonal.
En el transcurso de nuestra vida en familia, hubo situaciones que nos hicieron superar todo tipo de barreras. En los primeros años de vida de nuestra hija, los médicos nos dijeron que no había operación o medicina, existían pocos lugares para su atención, y lo único que la podía ayudar eran terapias de lenguaje.
Ante el desconocimiento del TEA, los especialistas nos llegaron a comentar: “señora tiene muy consentida a su hija, no obedece cuando le llaman por su nombre, no tiene normas de conducta, ni sigue instrucciones, por favor si no obedece, puede darle unas nalgadas”. Aunado al autismo, Gloria presentaba hiperactividad.
Con la entrada en vigor de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, surgió una magnífica oportunidad para dejar de lado todas esas definiciones que acompañaron a mi hija en sus diferentes diagnósticos, reportes médicos, escolares y sociales como: “tiene retraso mental, está enfermita, la tiene súper consentida, pobrecita”. Decirle “niña” cuando ya es una joven o adulta, “no entiende, es limítrofe, autista”, etcétera. Esta manera de mirar a las PCD siempre se asocia a estereotipos arraigados socialmente de incapacidad, dependencia, abandono, anormalidad, enfermedad, mala suerte, culpa, minusválidos, contagio y temor, entre otros.
Estas costumbres y percepciones erróneas, son una fuerte causa de la exclusión y de la discriminación en que vive y se desenvuelve esta población, y es un corrosivo más para la ya debilitada autoestima individual y colectiva de las personas que viven con algún tipo de discapacidad, todo esto es el resultado cultural de nuestro país, porque las personas con discapacidad son invisibles y discriminadas, esta terminología no ayuda a reconocer realmente las habilidades y destrezas, pero sobre todo, que tienen derechos y libertades.
Sabemos que la humanidad es diversa, que cada persona se desarrolla en múltiples campos y que posee características y cualidades específicas que la hacen única, a esta visión de diversidad hay que imprimir respeto, tolerancia y solidaridad cuando hablamos de inclusión y lenguaje positivo.
A nuestra hija la llamamos por su nombre y sabemos que es una persona con habilidades y cualidades y no vemos sus limitaciones, primero vemos a la persona y no a su discapacidad, por lo que tenemos el deber de proporcionar una imagen positiva, digna e incluyente y en vez de decir es una persona con discapacidad, decimos: “se identifica como una persona con discapacidad” o “con autismo” o “con Trastorno del Espectro Autista”.
Es muy importante el papel que juegan las Instituciones de la Sociedad Civil, al apoyar la inclusión y vida independiente de las mujeres con TEA, así, recientemente Gloria Leticia inició la transición en el Programa Vida Independiente de la Fundación Inclúyeme, y aunque el tiempo ha sido corto, todo apunta a ser un buen avance para ella y para las mujeres con este tr