Hola, soy Ale, mamá de Juan que tiene Síndrome de Down. Cuando nació Juan, hace ya 35 años, mi preocupación más grande fue: ¿qué será de mi hijo cuando yo no esté? ¿Quién lo acompañará en su adultez y vejez? ¿Tendré que postergarme y postergar mi vida de pareja hasta que me muera, cuidándolo y procurándolo?
Sin embargo, después de recorrer un largo camino, todas estas preguntas tuvieron respuesta. Buscamos siempre una vida independiente para Juan, recorrimos escuelas, pasamos por diferentes terapias. Trabajamos incansablemente Fermín (su papá) Rodrigo (su hermano) y yo. La escuela Montessori le dio la base para tener una vida organizada y estructurada.
Después vino la secundaria y el proceso de integración laboral. Hubo momentos de frustración y preocupación, pero Juan siempre respondió maravillosamente ante todos los desafíos que la vida le fue poniendo, fue motivo de alegría ver cómo mi hijo aprendió a leer, escribir y tiene un trabajo en la cocina de un restaurant.
Pero el tiempo pasa y nos damos cuenta que Juan no tiene amigos, que se siente solo y que yo como mamá ya no le puedo dar todo lo que él necesita para tener una vida plena y ser determinante en su bienestar emocional, lo cual se acentuó cuando Rodrigo (mi otro hijo) se casa y se va, dejando todavía más soledad para Juan.
Un día una sobrina me cuenta de Inclúyeme así que los contacté, dando inicio a una serie de pláticas, entrevistas y reuniones en donde constaté el profesionalismo y la seriedad de la institución. Juan comenzó a asistir a fiestas y actividades con personas que gente que hablaba su mismo idioma y tenía sus mismas necesidades. ¡Mi hijo estaba feliz, ya tenía amigos!
Asesorados por las psicólogas de Fundación Inclúyeme, se integró al programa de Vida Independiente en uno de los departamentos. Hoy Juan vive con 4 amigos y un facilitador que le brinda los apoyos básicos necesarios para que él mismo construya su autodeterminación. Proceso que ha contribuido a elevar su autoestima, su bienestar emocional y su calidad de vida.
Fundación Inclúyeme no sólo está significando desarrollo e independencia para Juan, sino también bienestar emocional para todo nuestro núcleo familiar, ya que hoy por hoy Fermín y yo recobramos nuestra vida de pareja y Rodrigo puede gozar de su familia con mayor tranquilidad sabiendo que futuro de su hermano tiene plan y estrategia.
Este nuevo proyecto de vida le ha dado a Juan una plenitud y bienestar emocional que nunca me imaginé. Los papas de hijos con discapacidad somos muy exigidos, pero no estamos solos, podemos compartir nuestras experiencias y nuestros retos juntos y eso nos ayuda a que la carga sea más leve y la felicidad de nuestros hijos más plena.