El 2020 ha quedado marcado en la historia mundial como un año en el que una enfermedad grave, mortal y altamente contagiosa, alcanzó todos los rincones del planeta sin distinguir fronteras, nacionalidades, creencias religiosas o políticas, color de piel o nivel socioeconómico.
En marzo de ese mismo año, en México se decretó la Jornada Nacional de Sana Distancia y con ésta vinieron una serie de medidas que llevaron a las personas al confinamiento en sus hogares, el cierre de centros educativos y de trabajo. La vida que conocíamos como la “normalidad” comenzó a quedarse atrás, la economía se detuvo y aún en este primer trimestre del 2021 sigue sin reactivarse, afectando a miles de familias mexicanas.
Ante esta crisis, la sociedad civil reaccionó desde el inicio y se ha organizado para continuar haciendo su labor y brindar servicios que nunca habían sido tan necesarios como ahora. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, los retos que ha traído consigo la pandemia y las afectaciones en los ingresos de las familias y empresas, también han alcanzado a las organizaciones de la sociedad civil, las cuales se han visto obligadas a pausar o disminuir drásticamente sus programas de procuración de fondos y han tenido que diversificar por completo sus estrategias para obtener ingresos.
Las innovaciones y el aprovechamiento de las herramientas tecnológicas han sido clave para la supervivencia de muchas organizaciones del sector social. Pero hay muchas otras que no lograron permanecer activas debido a que no cuentan con la infraestructura tecnológica y/o el personal no cuenta con las habilidades para el uso de ésta.
Los resultados de la encuesta “Sociedad Civil Organizada frente al COVID-19. Impacto, retos y acciones de resiliencia” que lanzó el Colectivo Causas Ciudadanas en mayo del 2020, revelan que el 53.3% de las organizaciones ha mantenido operaciones de forma parcial o total optando por la modalidad virtual, además el 39.5% ha reorientado sus programas y un 24.4% ha creado nuevos para la atención de sus beneficiarios. En cuanto a la situación financiera, esta misma encuesta arrojó que, 7 de cada 10 organizaciones han disminuido significativamente sus fondos, los donativos individuales son la fuente más afectada con (44.9%); además solo el 19.5% de las organizaciones cuentan con un fondo patrimonial y en términos generales las organizaciones perciben que tienen fondos financieros para sobrevivir entre uno y tres meses. Un problema más al que se ha tenido que enfrentar el sector social, es el recorte de personal o la disminución de los sueldos.
En conclusión, el problema de supervivencia por el que están atravesando muchas de las organizaciones sociales es multifactorial, se requieren de recursos económicos que garanticen su operación al menos en el corto y mediano plazo, es vital un fortalecimiento digital que incluya contar con equipos de cómputo y plataformas que les permitan un alcance virtual, los apoyos gubernamentales deben hacerse presentes, así como los donativos extraordinarios por parte del sector privado que se ha caracterizado por ser socialmente responsable.
La sociedad civil es la que ha estado presente desde hace más de un siglo en nuestro país, interviniendo para resolver problemas sociales que han sido desatendidos por el gobierno. Las organizaciones sin fines de lucro no solo son el llamado Tercer sector, son una parte medular de la sociedad que se preocupa y se ocupa por mejorar las condiciones de vida de las poblaciones más vulnerables.
Es momento de voltear la mirada hacia el sector social para que, trabajando juntos logremos un mejor país para todas las personas.