Pequeña crónica de vida

Me llamo Alexa Castillo, tengo 28 años y mi historia inicia un martes de abril. Regresaba de Acapulco después de haber pasado semana santa. De ese viaje recuerdo cómo el sol brillaba con toda su intensidad y el mar se veía espectacular. Me encontraba en la playa del Princess junto con mis amigos, estábamos bailando, cantando y divirtiéndonos mucho, el calor era abrumador.

Tenía 18 años, era modelo y me sentía realmente grande, trabajaba como directora de imagen en un antro. La vida para mí era maravillosa. Tenía todo lo que una chica de mi edad podría desear: belleza, dinero propio y popularidad. Me sentía en la cima del mundo.

Puedo cerrar los ojos y sentir la arena tibia en mis pies. Camino y me acerco a la orilla del mar. Percibo vivamente el cosquilleo que produce el roce de la espuma del agua en los dedos de mis pies. Mis piernas son fuertes, hábiles. Mi cabello vuela con la brisa del mar y siento…

Pero al abrir los ojos ese maravilloso recuerdo se esfuma como las olas del mar. Estuve cinco meses internada en diversos hospitales, me caí de un cuarto piso y no podré volver a caminar. Ya no tengo control en las piernas ni los pies, y sé que ese viaje a la playa será la última vez que sentiré la arena en mis pies.

Me caí de ocho metros de altura. Me fracturé la columna a la altura de la lumbar 1 (L1). La explosión de la vértebra causo un impacto en la médula ya que una de las esquirlas se me incrustó en ella, causando presión y un fuerte hematoma. Mi diagnóstico fue lesión medular completa, uso de corsé ortopédico diario. Se suponía que jamás recuperaría la fuerza de mi tronco y mucho menos de la parte baja de mi cuerpo.

En el momento en que me encontraba tirada en el suelo después de la caída, solo tenía una pregunta en mi mente: ¿Podré volver a caminar?

La primera cirugía fue para colocarme unas barras de titanio junto con unos tornillos para así fijarme la columna. Fue un éxito, todo salió como debería. Para ese entonces mis venas estaban ya muy sensibles y le sugerimos al doctor que me colocara un catéter, cosa que rechazó.

La segunda intervención, era para hacerme el injerto de cresta iliaca para reconstruir la vértebra. Eso salió bien, pero al entrar otra vez para descomprimir la médula con el afán de que se desinflamara, lo hicieron mal. No alcanzaron a entrar lo suficiente, cortaron el tubo torácico ocasionándome una fuga grandísima de una sustancia llamada “quilo”, encargada de llevar todos los nutrientes.

Gracias a esto perdí 13 kilos en una semana. Esto lo solucionó una sonda, días después, junto con una alimentación basta. Proceso sumamente doloroso y prolongado, eso de meter una sonda en la piel sin anestesia no es nada recomendable, ya que es sumamente doloroso y tardado. Duró aproximadamente una hora, pero cumplió con su cometido y drenó la fuga ayudando a mi cuerpo a que cicatrizara por dentro.

En la cirugía, también cortaron una arteria, causándome un choque hipovolémico lo que llevó a mi cuerpo a morir por la pérdida de sangre. Sólo minuto y medio, pero estoy segura de que el doctor se arrepintió de no seguir el consejo del catéter…

A los tres meses, aproximadamente, empecé a notar movimiento en los cuadriceps, a lo que los médicos llamaban “movimientos involuntarios”. Seguí mandando órdenes hacia mis piernas, y cuando cumplí cinco meses aproximadamente, ya podía mantenerlas dobladas sin que se abrieran y cayeran. La recuperación ha sido lenta. Lo que siguió fue muy doloroso, cansado y frustrante, como lo es en estos casos. El apoyo de mi gente cercana lo hizo mucho más gratificante. En especial, el de mi madre, que siempre ha sido el pilar más fuerte en mi vida junto con mi abuela, que es mi base.

Los ejercicios para fortalecer mi abdomen fueron el siguiente paso, todo, para poder mantenerme sentada. Tareas simples aparentemente como bañarme, ponerme crema, calcetines y vestirme, fueron los primeros logros más agradecidos. Poco a poco fui recobrando mi intimidad. De los médicos sólo recibía opiniones pesimistas y nada de apoyo.

Otra cosa que recuperé fue mi trabajo en antros en relaciones públicas, ya que el resultado era el mismo, caminara o rodara mis amigos seguían conmigo. Mi relación con los gerentes de los antros seguía intacta y mi trabajo era el mismo de antes, ser social e invitar gente.

Estuve tres años en silla de ruedas, pero mi lucha apenas empezaba. Después de ir a parar con cien mil charlatanes, con perseverancia y fe, encontré un doctor que con sólo mirar las mismas radiografías y estudios que muchos otros habían visto y desestimado, me aseveró que en 2 meses me pondría de pie.

Tanto optimismo me desorientó, acostumbrada a luchar contra el diagnóstico. Para ese entonces mi abdomen estaba distendido y mi cuerpo en general estaba flácido. Al primer mes de la nueva rutina, el abdomen obtuvo firmeza. Al segundo mes dejé la silla de ruedas. Al principio no podía caminar ni diez pasos sin que las piernas me temblaran. Claramente los pasos eran dados con la cadera y no precisamente con las piernas, pero poco a poco ha mejorado eso.

La transición de la silla de ruedas a muletas fue muy difícil, al principio me rehusaba, pues a mi entender había perdido independencia y mis traslados eran lentos, cansados y muy pesados.

Yo estaba muy cansada, el dolor en mis brazos y axilas era casi insoportable. Recuerdo una vez que tenía sed, nos encontrábamos en la sala y les pedí a unas amigas un vaso de agua, a lo que una de ellas me respondió: “Yo también estoy cansada, la misma flojera que tienes tú, la tengo yo, no voy a ir por tu vaso de agua, ve a la cocina y sírvetelo y yo con mucho gusto te lo traigo, pero no voy a hacerte todo”.

Eso me ayudó mucho a no compadecerme y a seguir adelante. Por fin entendí que no tenían que hacerme todo, que yo podía sola, claramente me cuesta más hacer las cosas, pero no significa que no pueda hacerlas.

Meses después estábamos hablando de cambiar a bastones canadienses cuando a los pocos días, sufrí un accidente. Me caí y me fisuré la cadera a punto de fractura. Opté por reposar un mes y ver si soldaba en vez de cirugía y se logró, sanó y regresé a mi terapia. Poco después tuve que dejar a ese maravilloso doctor, el señor Héctor Bustillos. La razón fue que ya no podía con los gastos, estaba estudiando la preparatoria en un sistema sabatino y los gastos de la renta, luz, gas y comida entre otras cosas me sobrepasaron. Mi trabajo en los antros no me daba la liquidez de antes, ser RP (Relacionista Público) ya no era lo mismo que en otros tiempos, ya no era exclusivo, ahora cualquiera podía serlo y obviamente el mercado de los clientes se redujo.

La lucha ha sido grande, pero llevadera, los logros que obtengo son mi motivación. Otra de las cosas que perdí con la lesión medular, aparte del control de las vías urinarias fue aparentemente el placer sexual. Al cumplir 21 años retome la inquietud que había postergado y me enfrenté nuevamente con los doctores, pues me decían que me enfocara a mi rehabilitación, y dejara de pensar en el sexo. Cosa que no hice, y fue cuando empezó mi búsqueda del derecho al placer. Lucha que hasta ahora sigo viviendo, con derrotas y victorias, pero siempre aprendiendo de mis errores.

En el 2012 me diagnosticaron escoliosis. Mi cadera estaba desviada y tenía acortamiento en mi pierna derecha. Usaba una plantilla que me ayudaba a no cojear. Mi postura estaba desalineada, pareciera que sacaba las nalgas al caminar. La rodilla derecha se está deformando un poco y cuando hacia ejercicio en el gimnasio especialmente la prensa, me dolía bastante. Sufro de dolores en la ciática los cuales son parte del día a día. Gracias a Dios, encontré un maravilloso entrenador, se llama Javier González Alcázar, estuve 3 años con él. Me ayudó mucho y es un excelente ser humano, como la mayoría de las personas que me rodean.

Mi accidente fue el 20 de abril del 2005. Estoy a punto de cumplir once años con lesión medular. Ahora domino perfectamente las muletas, puedo caminar distancias relativamente largas para mí. Las escaleras las subo y bajo sin complicación y por supuesto, quiero más. Mis tobillos son el problema, ya que según algunos médicos mi cuerpo no está preparado para caminar.

Uso unas férulas para evitar el dolor que me causa cada paso, debido a que mis tobillos están vencidos, es la parte de mi cuerpo que todavía no domino. La silla sólo la uso en distancias grandes como supermercado, aeropuertos, museos, parques y demás. No me limito a ir a ningún lado, todo lo que quiero hacer, lo hago, busco la manera de seguir haciendo lo que me apetece. Incluyendo eventos masivos, conciertos y festivales de música electrónica, ya que la música siempre ha sido el motor de mi vida.

Mi siguiente meta son los bastones muleta. La fuerza ya la tengo, sólo me falta equilibrio. Mis vías urinarias están prácticamente reeducadas. No me sondeo desde hace más de cuatro años y rara vez tengo fugas por micción. Sufro repetidas infecciones en las vías urinarias ya que al combatirlas regresan más fuertes.

Recientemente me gradué como Licenciada en Periodismo. Estoy en trámites para crear Mándala A.C. una fundación que pretende llevar a las personas de la mano en el proceso de transición y reintegración a la vida después de sufrir una lesión medular. Apoyando y ayudando al ser humano a evitar las autolimitaciones, aceptarse, y desarrollar su máximo potencial. Abarcando aspectos: emocionales, psicológicos, sexuales, físicos y de integración social.

Llevo una vida en movimiento constante, sólo que me cuesta más trabajo hacer todo. No me gusta que me digan que no puedo hacer las cosas y soy muy terca, pero creo que algo de eso me ha ayudado a llegar a donde estoy. No me conformo con las muletas, voy por más y contra todo pronóstico lo he logrado con fe y perseverancia.

Este año me hice un estudio llamado MIELO-TAC. Esto consiste en inyectar un líquido de contraste con un procedimiento muy similar a la raquea, me doblaron la espalda para poder crear un espacio donde me inyectaron entre las vértebras, esto pudo delinear los tejidos óseos y blandos, las raíces en el receso lateral, las dimensiones del canal, los osteofitos, la hipertrofia de ligamentos y los discos herniados. Detectó las cicatrices postquirúrgicas compresivas y el edema de las raíces ya que el líquido colorea por dentro y al hacer la resonancia, se pudo ver el estado real de la médula. Los resultados aparte de no poder acostarme en veinticuatro horas y algo de dolor, fueron sorprendentemente maravillosos. La esquirla que estaba incrustada en la médula desapareció misteriosamente. Ahora se veía una cicatrización que impide el flujo correcto de la médula y eso se solucionaría con una intervención. La tecnología ha avanzado mucho y ahora es posible tratar de solucionar los daños.

El 20 de septiembre del 2013 tuve mi tercera operación. En esta ocasión, conté con el apoyo del ortopedista Juan Luis Torres Méndez y del neurocirujano Philippe Alexandre-Katz Vigerie. Excelentes doctores y extraordinarias personas. Les tengo mucho que agradecer. Esta última intervención fue para quitarme las barras y los tornillos con el afán de descomprimir mi cadera y corregir postura, limpiaron toda el área de la médula, liberaron nervios que estaban atrapados por la cicatrización generada por los años de mala postura y por último, me pusieron células madre.

Todo fue un éxito, hoy estoy en bastones, mi postura está más derecha y los dolores casi han desaparecido. Voy a terapia todos los días para seguir mejorando y recuperando movilidad y sensibilidad. Analie Gutiérrez es mi terapeuta, es otro más de los ángeles que la vida me ha regalado. Me abrió las puertas de su clínica y gracias a eso he conocido a su familia que me quiere, motiva y apoya diariamente.

Gracias a la terapia puedo contarles que el sábado 26 de abril 2014 justo a una semana de haber cumplido nueve años con mi lesión medular, volví a sentir la arena en mis pies.

Estaba en el mar dándole un aplauso a la vida por regalarme momentos maravillosos con gente a la que amo, cuando una ola me sorprendió con esta olvidada sensación del cosquilleo que produce el agua mezclada con arena en mis pies. No pude evitar llorar de felicidad. Hoy más que nunca sé que nunca, voy por el todo.

La tecnología avanza cada día más, ahora me ofrece la oportunidad de superarme. Una cuarta cirugía para poder cambiar a un solo bastón, recuperar sensibilidad y más movimiento. Philippe, el neurocirujano que me intervino la última vez, está planeando el siguiente paso. Ya les contaré.

Te comparto mi historia con la única finalidad de que no te auto límites. Que busques una meta irresistible, si es necesario, el mundo entero. No te rindas hasta llegar a ella. En el proceso, ponte pequeñas metas que te ayuden a darle seguimiento a tu camino, como si fueran ciudades conquistadas. Todo esto para lograr lo que quieres, cuando quieras ¿Por qué? Porque puedes. El camino estará por supuesto, lleno de obstáculos, pero es tu obligación seguir adelante, te lo debes a ti. Complácete. Nada es fácil en esta vida, o bueno, mínimo lo que realmente vale la pena. Entre más recorras, más te faltará por descubrir y experimentar. Es como el conocimiento, infinito. Sólo disfruta el viaje. Vida sólo hay una, y esta, es tuya. ¿Te atreves a vivirla?

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