El día en que tuve la fortuna de conocer a Rose Mary fue una mañana de un viernes del mes de mayo. Ese día me di cuenta de la ceguera en la que había vivido todo este tiempo en experiencia profesional. Estar frente a una población vulnerable por su condición de vida, la cual estuvo llena de violencia y/o abandono, por su discapacidad y modelo de vida Institucionalizado.
Esa mañana, junto con mis compañeras del equipo de Calidad de Vida de Fundación Inclúyeme, llegamos al Centro de Acogimiento Residencial para personas con discapacidad intelectual llamado FADEM. El motivo de la visita fue el de conocer el espacio, al personal y a la población para iniciar un proyecto de Coinversión entre DIF-CDMX y Fundación Inclúyeme; el propósito era el de llevar a cabo el proceso de desinstitucionalización de personas adultas con discapacidad intelectual a cargo de DIF-CDMX.
El personal nos expresó inquietud respecto a una chica que llevaba viviendo con ellos más de 10 años y que presentaba mucha tristeza y enojo respecto a su futuro. Desde los 6 años había vivido en diferentes casas hogar ella había sido víctima de violencia y ahora, a sus más de 26 años deseaba algo más para su vida. El personal del Centro mencionó que, a pesar de que no le faltaba “nada” dentro del Centro de Acogimiento, los servicios que le pueden brindar ahí ya le “quedan cortos”, no les son suficientes en relación con lo que necesita y desea; el Centro ya no podía ofrecerle nada más a pesar de que buscaban desarrollar distintas habilidades en sus usuarias, pero en un modelo institucionalizado.
En ese momento surgió una gran inquietud por conocer a esta chica de la cual hablaron por más de una hora. Nos llevaron a la cocina para poder ver el taller de repostería cuando la vi ahí descarapelando almendras con una velocidad increíble, ella era Rose Mary.
Enseguida pudimos como equipo percibir que era una candidata al programa que estábamos iniciando. Durante los dos primeros meses se llevó a cabo un proceso de valoración de habilidades adaptativas, intensidad y tipo de apoyos, por último, su nivel de calidad de vida metodología llevada a cabo en Fundación Inclúyeme. Al mismo tiempo se hizo una evaluación Psico-emocional para poder contar con información de la situación socioemocional de Rose Mary.
En estos dos meses tuve la oportunidad de conocerla en varios contextos: llevando a cabo su rutina de limpieza de ropa en domingo muy temprano, apoyando a sus compañeras más pequeñas y enseñando a otras destrezas de vida en el hogar. Fue maravilloso poder compartir con ella una aventura en la calle en donde queríamos llegar a una plaza para poder comer algo juntas fuera del contexto del Centro para poder ver su comportamiento en otro ámbito. Fue sorprendente ser testigo de su interacción en el supermercado, la forma en la que ha construido conceptos matemáticos funcionales en situaciones de compra-venta, a pesar de no haber podido consolidar estudios y conocimientos académicos formales. Aunque su lenguaje expresivo no es muy claro, fue capaz de hacer todo lo posible para poderse dar a entender y expresar sus pensamientos, emociones, opiniones e ideas más profundas y sensibles. Su capacidad de comprender y adaptarse a nuevas experiencias es aplaudible y admirable.
Después de varias visitas y de reunir la información recabada, se presenta un proyecto que cambiaría la vida Rose Mary y en el cual ella participó, opinó y aceptó, claro que junto con el personal del Centro quienes mostraron, y han mostrado hasta hoy en día, motivación, interés y compromiso para que esta nueva aventura fuera posible. A partir del mes de septiembre Rose Mary comienza a recibir apoyos de tipo emocional, en habilidades sociales y habilidades cognitivas, para así estar mejor preparada y con mayores herramientas para enfrentar la vida fuera del Centro de Acogimiento.
Al mismo tiempo, inició con un programa de Prácticas laborales supervisadas en un restaurante esto la enfrento a retos aún más grandes tuvo que aprender a usar el transporte, camión, suburbano, Metrobús, etc., aprendió ubicarse en los espacios externos, a organizar sus tiempos, administrar dinero, tuvo que adquirir habilidades de comunicación en la comunidad, usar el celular como medio de comunicación y para su seguridad, todo lo anterior sumado a su capacitación laboral donde aprendió a ser puntual, seguir instrucciones y llevar a cabo las tareas encomendadas.
Las primeras tres semanas asistía a sus prácticas con acompañamiento del personal de FADEM y supervisión de Inclúyeme. Solamente estaba dos horas a la semana. Poco a poco fue aumentando las horas de práctica, así como los días. Los apoyos fueron disminuyendo poco a poco, nunca olvidaré el día en el que se fue sola en el tren suburbano desde Tlalnepantla hasta la estación de Buenavista, ¡FUE TODO UN LOGRO! Las llamadas y mensajes entre el personal de FADEM e Inclúyeme como equipo del proyecto, “mordiéndonos las uñas” del nervio hasta que vimos a Rose Mary caminando orgullosa y segura, escuchando música a través de sus audífonos, dirigiéndose hacia el punto de encuentro acordado previamente. Fue un momento muy emocionante.
En cada uno de los pasos dados por Rose Mary hay una dosis de fortaleza, de resiliencia, de enseñanza y lección de vida. Gracias a programas como el de Coinversión entre DIF-CDMX y Fundación Inclúyeme. Hoy en día Rose Mary es una mujer con un camino de preparación hacia una vida inclusiva, productiva, con oportunidad de ejercer sus derechos, de poder ser más autónoma y de recibir los apoyos que requiere para fortalecerse cada vez más.
En el mes de Febrero Rose Mary fue contratada formalmente por un Restaurante, siendo su esfuerzo, capacidad y calidad de su trabajo lo que hizo que esto sucediera. En unas semanas iniciará en el “Programa Vida Independiente” de Fundación inclúyeme en el que comenzará a quedarse una noche en un departamento con otras chicas y un facilitador, siendo éste el inicio de vivir fuera del modelo institucionalizado.
Aún hay mucho que aprender, que enseñar, que mostrar y que apoyar en el camino. Nuevos retos están por llegar a la vida de Rose Mary.