Al hablar de paradigma es necesario referirse a Thomas Kuhn, quien en 1962 publicó “La estructura de las revoluciones científicas”, un libro en el que proporcionaba una visión sociológica de la evolución científica. Según Kuhn, en el avance científico hay largos períodos de “estabilidad” en los que la comunidad científica comparte un modelo consensuado al que denominó “paradigma”. En ese tiempo Kuhn descubrió, que algunos científicos se apegaban de manera disciplinada o incluso dogmática, a los modelos o patrones surgidos por las teorías, los principios o los descubrimientos científicos vigentes. Cuando alguno de estos principios mostraba cambios en su estructura o en su planteamiento, los científicos lo rechazaban y algunos de ellos eran incapaces de ver o de entender el surgimiento de nuevos patrones y manifestaciones del mismo fenómeno. Así podríamos mencionar, por ejemplo, el acontecimiento conocido por muchos que le sucedió a Copérnico, que mucho antes que Kuhn, se enfrentó a la crítica y el rechazo por su teoría heliocéntrica del sistema solar. Cuando Copérnico expuso que la tierra giraba alrededor del sol y no al contrario, como sostenían todas las creencias y principios de su época (año 1500 aprox.), fue sometido a torturas y encarcelamiento a efecto de que retirara sus argumentos y se ajustara a los postulados que se habían generado desde hace muchos años atrás y que, por lo tanto, sostenían una “creencia popular de la mayoría” que sin duda debía ser cierta e incuestionable. Pasaron muchos años para que la humanidad entendiera y aceptara las teorías de Copérnico, por lo diferente y revolucionario que manifestaba para su época, sin embargo, manifestaban una verdad que hoy en día sería inadmisible pensar en lo contrario.
Existen muchas experiencias como esta en la historia de la humanidad, algunas ligadas a la ciencia, otras a la religión, a la educación, a la política y por supuesto a la sociedad y a nuestras formas de interactuar o de relacionarnos.
Tal es el caso de las personas con discapacidad, quienes, a lo largo de nuestra historia, han vivido y enfrentado una serie de cambios y manifestaciones sociales que han moldeado muchas de las acciones que se han generado a partir de la forma en cómo las “vemos” y cómo “entendemos” su condición.
Existen tres grandes bloques históricos, que, a mi parecer, serían más bien tres formas de “concebir” y por lo tanto de “actuar”, ante las personas con discapacidad, a lo largo del tiempo.
La primera de ellas surge casi con el surgimiento de la especie humana, cuando los primeros pobladores del planeta como nómadas, se tuvieron que adaptar a las condiciones de vida a través de la caza y la recolección. Estos grupos humanos cuando en su tribu existía alguno de ellos que no pudiera seguir el ritmo de las tareas que enfrentaban, era abandonado o expulsado del conjunto, casi como una respuesta a la selección natural de la especie. Sin embargo, este patrón de comportamiento prevaleció durante muchos siglos, asumiendo que la “ley del más fuerte” era lo normal ante las exigencias de la vida. Solo aquel capaz de adaptarse y responder a estas exigencias, como la mayoría lo hace, es quien debe y merece vivir.
Paralelamente a la aparición de este comportamiento ante la discapacidad, surge en otros grupos humanos, la creencia de que estas personas, al constituir una forma muy diferente se ser y de comportarse, eran considerados seres “especiales” o “divinos”, mandados directamente por los dioses, por lo que la conducta asociada a su aparición era de adoración.
Tanto el exterminio como la adoración forman el bloque más antiguo y de muchos años de prevalencia en nuestras sociedades; este bloque constituye el Modelo Tradicional de ver y de actuar ante la discapacidad.
El segundo bloque lo forman igualmente, dos manifestaciones de comportamiento de nuestros grupos humanos que dieron surgimiento a otra forma muy peculiar de comportamiento ante la discapacidad. El primero de ellos surge cuando los seres humanos consideraron que estas personas debían ser apartadas de los grupos sociales, para “protegerlas”. Sus necesidades debían ser tratadas por aparte en lugares diferentes o alejados del resto de la sociedad o en su caso, la sociedad debía ser protegida de este grupo diferente de humanos para no verse contagiada o afectada por sus comportamientos o por sus rarezas.